miércoles, 10 de diciembre de 2008


Mañana gris, invernal, fría, lluviosa. Gotas de agua que van cayendo una tras otra, igual que los pensamientos e imágenes que se van sucediendo, atropelladamente en mi interior. Me levanto, me pongo una chaqueta sobre el pijama que aun conserva el calor de la cama, subo persianas, abro una ventana para airear la casa, me muevo con lentitud, casi con pereza, añorando, el calor protector de las sábanas y edredón que acabo de dejar.
Me dirijo a la cocina, preparo mi desayuno, toda una sucesión de movimientos mecánicos, automáticos, después de esto, aquello y después lo otro y lo otro, y voy dejando que todo se haga sin mi presencia interior, todo esta fuera de mi, yo estoy en otro estado, solo estoy físicamente.
De pronto, me quedo quieta, dudando, pensando, uno de esos pensamientos atropellados, se impone ante los demás y mi cuerpo físico ya no responde a los movimientos, ha quedado a la espera de una nueva orden para ponerse en movimiento, pero no hay ordenes, solo quietud, la mente ha quedado colgada y va perdiendo la capacidad de dar una nueva orden.
Un movimiento inconciente de uno de mis músculos, un pestañeo, un tic, y vuelvo en mi. Que estaba haciendo? Muevo la cabeza como para que se ordenen los pensamientos, el gesto necesario para que vuelva a su lugar la acción que me animaba hasta ese momento: mi desayuno. La cafetera da el aviso, con su gorgoteo que se va haciendo cada vez mas insistente, apago el fuego, sirvo el café, agrego la leche y me dirijo a mi atalaya: esa silla del comedor desde donde veo el paisaje de siempre, renovado. Ya no llueve.
Dejo que mis ojos recorran cada árbol, cada ventana, cada nube, cada uno de los elementos que, inamovibles, conforman el paisaje diario. A través del cristal oigo ruido de motores, el trajinar diario de los coches transportando personas y todo tipo de elementos. Mi mirar es de deseo quiero ver llover, quiero oír ese sonido tan particular de la lluvia, el que produce el agua cuando cae sobre la calzada, sobre las hojas de los árboles, sobre las aspas de mi molinillo… Miro las nubes, gordas, enormes, de tonalidades grises, algunas amenazadoras de un gris mas intenso, desde donde estoy las veo moverse lentas y pesadas, y sus formas van cambiando. Allí arriba las corrientes de aire son intensas, el movimiento de las nubes acelerado…Aquí abajo todo es lento!
Mi mirada ha quedado atrapada por ese paisaje urbano de todos los días. Me acomodo en la silla, enciendo un cigarro, y voy dejando que los ojos vaguen despacio por cada uno de los detalles sin verlos, sin detenerme en ninguno…Ahora el recorrido interior no va detrás de la mirada: hay preguntas sin respuesta, hay imágenes, hay sucesos, hay monólogos que pretenden ser diálogos, hay deseos sofocados por una realidad que se impone, hay fantasía, ilusión, sueños. Me quedo ahí, suspendida, colgada, inmóvil, cierro los ojos para poder salir de este estado tristón que se va adueñando del momento, pero en lugar de salir me voy metiendo mas y mas...
Muevo mis manos, las miro, la siento frias, las restrego para calentarlas y recuperar energia, las dirijo hacia mi cabeza, mezo mi cabello, me quito las gafas, restrego mis ojos una y otra vez, y las dejo ahi, presionando los ojos con suavidad; respiro hondo una y otra vez hasta que logro equilibrar la mirada del cuerpo y la del espiritu, poco a poco recupero el resto de movimientos...
Me parece que no va a llover…Saldré a caminar….

2 comentarios:

nube gris dijo...

Deseo que estos estados metereológicos: "Mañana gris, invernal, fría, lluviosa", no le lleguen al corazón.

Nem dijo...

Todo influye en mi sensible corazon, hoy amanecio frio hasta para el!!