martes, 28 de octubre de 2008

RECUERDOS









En aquella época, la distracción, el ocio, la diversión, el entretenimiento, los juegos, y el misterio de la vida, iban siendo descubiertos, en la calle. Eran épocas en las que vivíamos despreocupados de todo lo que no fuera jugar y divertirnos, llegaban las vacaciones escolares y nuestra única obligación era: divertirnos. Claro que en casa, y siendo la mía una familia numerosa, teníamos nuestras obligaciones para con la comunidad familiar: hacer las camas, barrer el patio, atender a los más pequeños… tareas todas, que habían sido asignadas por nuestra madre que además de madre y esposa, era una trabajadora que contribuía al sostenimiento de la familia.
Una vez cumplidas nuestras tareas obligatorias, el día era nuestro!!! Eso si, después de comer había una obligación ineludible: dormir la siesta. Mal que bien lo hacíamos, o por lo menos guardábamos silencio durante una hora y en cuanto oíamos que nuestro padre o nuestra madre hacian sonar la chancleta, ahí estábamos nosotros dispuestos para nuestras juergas de la tarde con nuestras y nuestros amiguitos.
Pero el día que a mi mas me gustaba era el domingo, porque ese día, después de comer no había siesta, había…CINEEEEEEEEEEEEEE!!!
Si, comandados por nuestros hermanos mayores, después de una larguísima e interminable caminata, llegábamos exhaustos…pero llegábamos, al cine y durante seis horas por lo menos, la matinée, nos ofrecía las mejores pelis de cow boys, de guerras, de historia o de amor!!!
Cuanta fantasía!!!, casi siempre en blanco y negro, hasta que comenzó el cinemascope.
La sala se llenaba de chiquillos y chiquillas sedientos de aventuras, entre peli y peli diez minutos de descanso, y al final, venia “la vermouth” que era cuando pasaban la película de estreno.
Unos años más tarde, y viviendo más cerca del cine, cuando nuestros corazoncitos comenzaban a latir por alguien, cuando, de la mano de nuestra mejor amiga recibíamos esquelitas con el consabido: queres ser mi novia? , las tardes de cine, se convirtieron, agregando aquel plus de las manitos tomadas, del besito robado cuando se apagaban las luces, de la caricia furtiva… cuando terminaba la función.

Regresábamos a nuestras casas, con el corazón rebozante de emociones, excitado, acariciado, inquieto… Si la ultima película era una historia de amor, cerrábamos los ojos y nos veíamos en el lugar de la protagonista, con lo cual teníamos el “sueño” asegurado durante toda la semana.
Al día siguiente, al despertar me sentía invadia, ansiosa, llena de imágenes de ficción, y era tal la calidez, que me daba una vueltecita en la cama y me entregaba nuevamente al sueño evocador. Mi madre se encargaba de sacarme de ese estado: levantate que ya es tarde y tenes que desayunar e irte a la escuela!!!

Tiempo de pubertad, de sueños, de alegrías, de juegos, de inocencia….de magia…!!!

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